La carrera de un impostor

Posted by on Abr 26, 2017 in Producción adolescente | No Comments

Josué Vergara Alarcón

Un viaje en carretera es lo que muchos desean explorar en sus vidas y la mayoría de la sociedad lo necesita. Perderse entre las montañas, descubrir paisajes poco explorados, percibir la libertad plena que se produce a causa de un inesperado plan en el cual jamás se sabe lo que ocurrirá, ir a todos lados sin necesidad de llegar a un punto en particular, tener en nuestros ojos el sol de los atardeceres, sobre tu piel el brillo natural que deja brotar nuestros cabellos llenos de adrenalina, el cabello entre las ráfagas de viento…

Sobre tu nariz un misterio que rodea las montañas, el sentido de algo nuevo, una aventura, tu aventura, algo que siempre será tuyo y que existirá en un lugar mágico dentro de tus memorias que cuando lo desees podrás revivir donde quiera que estés, podrás vivir las imágenes que poseen con abundancia alegría, frustración, comienzo… fin.

Quizá no necesariamente debas estar acompañado, ir solo también tiene sus métodos interesantes, de hecho, lo más interesante de todas las alternativas posibles porque puedes conocer gente nueva, aprender a estar contigo mismo, conocer tu silencio, apaciguar tus demonios, escuchar tus melodías. La libertad de ser tú mismo sin miedo de algo en particular, simplemente tú, sin mentirte.

Es sensacional, lo que un automóvil, una carretera y algo de música pueden generar, no tiene comparación alguna, es único, te dirige a sensaciones profundamente inexplicables, los mejores momentos que jamás has tenido, o al menos no los que yo tuve.

Fue hace tiempo, la verdad hace tanto que no logro recordar los nombres de quienes me acompañaban, lo que sí, era el verano más caluroso que recuerdo, el suelo ardía cual sartén sobre el fuego, el aire se asemejó al que expulsa una turbina aeronáutica cuando el avión despega del suelo y se anexa a la atmósfera como un ave cualquiera que emigra solitaria y que por las noches despliega unas, apenas perceptibles, luces debajo de sí.

Como en la mayoría de las historias, éramos tres, “la triada perfecta”, e íbamos camino a Acapulco, habían pasado aproximadamente cuatro horas de que habíamos salido de la capital cuando de pronto, se ponchó una llanta trasera del automóvil, ella dijo – no podemos parar aquí, es muy riesgoso –, y por ende continuamos una hora más hasta que encontramos una gasolinera, la parte exterior del rin quedó aboyada por la insistencia del motor a la carretera.

“Las nubes eran de hielo”, o al menos eso quise creer a causa de su aspecto, todas difuminadas y esparcidas en pequeñas cantidades alrededor nuestro con un aspecto firme y colorido del centro a los bordes.

Y, en fin, quedamos varados un buen rato…

Mientras tanto, pude hablar con ellos de tantas cosas que sería imposible intentar enlistarlas todas, bailamos con el estéreo del auto a todo volumen al esperar que llegara la grúa con nuevas refacciones, a pesar de que comenzaba a anochecer no había noción alguna sobre el frío, el suelo se quedaba quieto pero el universo lo seguía moviendo infinitamente, nuestras ropas tocadas por el viento rogaban nunca parar al igual que nuestro pensamiento que estaba en pleno trato con el búho cósmico. Justamente me sería difícil olvidar esa parte.

Llegó la grúa, remediamos el problema y reanudamos la marcha. Ya en la madrugada se concentró la penumbra a ambos sentidos del horizonte y nuestro eje vertical, por alguna razón nadie tenía sueño y desayunamos en una pizzería que asombrosamente seguía abierta, el queso y el pepperoni nos reanimaron. A posteriori, llegamos a la playa en el momento idóneo donde el sol toca el horizonte y éste a su vez se sonroja volviendo el cielo anaranjado.

… era magnífico, o al menos eso recuerdo…

 

La carrera de un impostor

Josué Vergara Alarcón, 24 de marzo

Fundación S.K.Y., A.C.

Leave a Reply

You must be logged in to post a comment.