No hoy
Josué Vergara Alarcón
A mi buena amiga Alexa Venegas, esperando que su alma fragmentada pueda por fin volver a emerger.
Ahora que ya estás fuera de mi mente, solo ahora te nace saludar mi descuidado ser… por favor quédate ahí, mantente lejos del marco de mis gafas, por favor no corrompas sus cristales porque gracias a ellos puedo ver esta particular percepción de ésta ventana en la cual me hallo, ¿te imaginas que no existiera?, volvería a este espacio inhabitable pues las sombras se apropiarían de cada superficie que existe.
Esta ventana no sólo es una oportunidad para escapar cada noche despejada para fisgonear con la luna que, por cierto, no posee su propia luz. La ventana que se ve empotrada al muro frente a ti es equivalente a tu confidente y, aunque tiene un cristal roto en la parte superior, sigue mostrando aquel incomprendido exterior que tanto nos atemoriza eventualmente.
Tú, ambulante callejera, toma aquello que te sirva y luego vete, no rasgues las lonas que habitan mi jardín, son lo único que me quedó después de mi naufragio en aguas islandesas donde creí que posiblemente te encontraría, que todo sucedería de un modo y no de otro. Respiro profundamente pues comprendo que no encuentras lo que con ansias buscas…
¿Qué dices?, él jamás ha estado aquí, luego de que Elizabeth fuera condenada injustamente a cadena perpetua se molestó tanto que se fue buscando evidencia que contradijera al jurado, desde entonces no he sabido lo que fue de él.
Oh, pero qué ausentes han sido mis modales, siéntate por favor, ¿qué, te vas tan rápido?, es una pena, no, no te preocupes, lo entiendo, es difícil ser la mejor investigadora de la ciudad y a la vez, tener una vida privada, yo también fui integrante de la policía ¿recuerdas?, bueno, para ser más específicos de la marina, pero no va a lugar.
Claro, dime, ¿qué si me ha afectado lo nuestro?, en realidad no estoy muy seguro de lo que signifiqué para ti, pero está de más decirlo, sabes bien que nuestras palabras ya están muy desgastadas, se dicen incomprendidas y luego de ello terminan siendo tan ásperas que entre estrechas líneas apenas permiten visualizar la luz que habita en ellas.
Para nada, ya dejé las drogas hace tiempo, te juro que soy un hombre nuevo listo para comenzar desde el principio, cuidado con… que más da, luego lo reparo, si en serio, no te preocupes, de todas formas, ese jarrón jamás me había gustado (ambos caminan a la puerta principal, sus pisadas son huecas y raspan la madera con sutileza, ella toma su abrigo del perchero y luego se lo coloca junto con su sombrero, levanta lentamente la mirada y sus ojos azul profundo conectan con los de él. Puede apreciarse un delicado momento de ternura entre aquel intercambio de miradas, aunque es interrumpido por un tono de llamada que emerge del celular de ella. Ambos se despiden sin decir nada, ella sale y él cierra la puerta poco a poco. Mirando el suelo se queda perplejo por lo ocurrido, no termina de comprender el por qué de su visita, ya han pasado más de 3 años y aún sigue afectado por el terrible incidente aquel 4 de noviembre…)
¿Qué traerá entre manos?, ¿por qué tuvo que aparecerse tan repentinamente?, no, ¡no lo soporto!, debo huir, no puedo estar tranquilo en un lugar como éste que ahora más que nada me recuerda a ella… apenas es lunes, ¿no pudo esperar, no sé, a que la marea se volviera polvo?… y justo en éste día que más tranquilo estaba… ¡no te lo permito!, ¡no hoy!, ¡deja de buscarme!, ¡no quiero que lo hagas porque sé que te comenzaré a esperar y simplemente no puedo dejar que pase!
Lo siento… adiós…
(El hombre despierta junto a una tumba que resguarda los restos de una mujer que alguna vez salvó un navío durante el huracán Sandy en Islandia, todos los pasajeros sobrevivieron a excepción de uno, su nombre; Amy Bryndís).
No hoy
Josué Vergara Alarcón, 28 de abril
Fundación S.K.Y., A.C.
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