Los pobres invisibles
Josué Vergara Alarcón
«…y poco a poco cruzaré lo inexplicable haciéndome de la muerte…»
Si por casualidad me encuentras tu también y me ves caído, todo lleno de tristeza y ansiedad, permite que exista consuelo al dolor para evitar sufrir, para evitar ser menos que nada…
Yo que nunca lloré ni siquiera por un amor, hoy no entiendo porqué me ha traicionado el corazón, pues con desesperación he pagado el precio de lo ajeno y quizá hasta morí, probablemente por viejo, tal ves sin razón, ¿a caso por alguien?
Yo que tuve aún más que nadie, más de la vida, menos de lo material, donde en mi familia alivio encontraba, donde existí… Ahora que ya se han ausentado violentamente las vidas de quienes me acompañaban, no hay mejor lugar para estar que en mi almohada hecha de viejos periódicos donde todo se me olvida y el hambre no me secuestra las pocas ideas que se me ocurren.
En un intento por vivir muchos me atropellan las manos que extiendo devotamente ante mis iguales en busca del auxilio que para otros es imperdonable, y me preguntan sí debería, sí necesito, sí me importa o me preocupa, mientras también me exigen algunas cosas que no dependen de mí y yo sólo me pregunto sí; ¿debí nunca haberme rendido?, ¿aún podré seguir?, ¿importa qué tan difícil resulte?
Tristísimo compañero, hoy te pido la única cosa que se me permite y es que tan solo cuando menos me permitas darte los buenos días sin que me recibas de manera friolenta y que procures entender cuán caluroso es mi acto aunque parezca todo lo contrario. Hazme tan solo ese dichoso favor y no voltees la mirada ante la nada que poco le da a tu vida. Mírame, soy de carne y hueso, aún estoy vivo, mira la dicha que hay en mis ojos que buscan tu atención de una manera desesperada, no los rechaces de nuevo, no los olvides de pronto porque si los abandonas raudo será el final de mi existir y sin querer etéreo seré, mudo y hasta inerte…
A solas cantaré entre la neblina del primero de noviembre y a plena luz del día imaginaré la más bella tonada que sentiré en cada rincón de mi mente mientras el frío me va comiendo uno a uno mis muy preciados huesos. Será entonces cuando escucharé a la vida que me irá haciendo segunda y poco a poco cruzaré lo inexplicable haciéndome de la muerte algo propio.
Mi mundo parará entonces, y ahora vivo alegre con la única riqueza que tuve en vida, con la razón bien puesta en el enigma que a todos preocupa y que a unos cuantos no asusta, siendo estos los que más confían en lo que los fantasmas prometen sin abarcar mucho en detalles como si supieran que está prohibido hacerlo.
¿Para qué si no hace falta?, imaginar cómo terminaría algo de lo que nada se sabía, un poco de duda no hace mal, al contrario, lo vuelve aún más divertido y hace de la vida un misterio arcano en el que lo poco o mucho que se sepa, será propiedad de quien lo sufre y lo recrea hasta llegar a algo idealizado en lo provechoso de cada quien.
Los pobres invisibles.
Josué Vergara Alarcón, 29 de octubre de 2018
Fundación SKY, A. C.
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