Vortex

Posted by on Sep 29, 2017 in Producción adolescente | No Comments

Josué Vergara Alarcón

 

[…Imagina un mundo en el que no hay más que solo dos personas acompañándose mutuamente, imagina que todos los servicios existirán como si fueran autosuficientes, que las tiendas nunca dejarán de proveer los bienes básicos y que las construcciones fueron proyectadas con el objetivo de durar una eternidad y que a su vez cumplen este propósito…]

Un hombre se intenta suicidar ahogándose en un contenedor de piedra incrustado en el piso y abandonado al aire libre, éste último posee unas dimensiones considerablemente amplias. Una mujer vestida de blanco se encuentra recostada sobre el límite del piso que colinda con el agua de la misma, no se mueve al verlo dando sus últimos suspiros debajo del manto líquido que lo rodea. Él pierde la conciencia, pero su instinto de supervivencia le obliga a salir presuroso del agua (la mujer yace aún inmóvil), sale del agua denotando un esfuerzo colosal, le cuesta respirar por el agua que ha tragado, se retuerce a las faldas de la mujer y ésta sigue sin hacer nada mientras al mismo tiempo mantiene la mirada perdida, casi melancólica.

El lodo del rostro le impide ver lo que en el horizonte existe, se levanta y se reincorpora lentamente para tomar un poco de aire, se sienta cercano al cabello extendido de la mujer que yace sobre el concreto y se lamenta, su expresión denota amargura y desesperación, aunque ya han pasado algunos minutos después de que salió del agua.

Se levanta molesto, desgarrado, y toma a la mujer delicadamente de los pies y la cabeza, luego camina un par de metros cuando entonces se desploma y deja caer a su esposa irremediablemente sobre el lodo, él cae cerca de ella y se arrastra con pesadez sobre el terreno hasta acercarse lo suficiente como para darle un último beso, uno de despedida, el hombre le retira el lodo del rostro y le acomoda el cabello de manera atenta, la admira algunos instantes con brutal melancolía pues comprende que no sobrevivirá si se queda, así que se levanta con dificultad y emprende un camino en dirección opuesta a la ubicación de aquella mujer que ha amado y que ahora yace difunta sobre el fango.

Es tarde, y a pesar de que son las nueve de la noche aún abunda la luz pues resulta el acontecimiento del fenómeno llamado “sol de medianoche” en Islandia, por lo tanto, caminar sobre una carretera desierta no tendrá mayor problema, no hasta ahora.

Luego de unas horas de que el hombre ha caminado, el viento se hace cada vez más presente, la temperatura comienza a bajar considerablemente a una velocidad exponencial, el sudor no le ayuda y se siente cansado. Pronto, la mirada se asemeja a la de su compañera sólo que no transmite nada en lo absoluto, nada de temor, nada de tristeza, como si la razón de ello fuese su cognición que ya no pertenece a él, camina mecánicamente sin saber qué hacer, la vista se le nubla un poco, quizá por la impresión que causó el suicidio de su amada en aquella mañana, y aun así resiste.

Con ella vivió y murió gran parte de él, ¿qué han de pensar aquellos edificios vacíos de personas, repletos de recursos que nunca va a usar?, tal vez en éste momento es cuando el término “soledad” transciende a una nueva dimensión que no hemos cuantificado, que nunca veremos pero que aquel susodicho tendrá el vigor de sentir.

Obviamente enmudecerá, pues no hay nadie a quien comentarle esto y dicho conocimiento se verá perdido según se ha planteado, siendo así la respuesta a un todo, una que los científicos tanto han buscado (alguna particularidad que pueda explicar el todo de forma sencilla), más no reducido a una ecuación, como lo plantea el doctor S. Hawking, es más que solo eso, debería de serlo.

Es de mañana y como el resto de sus últimos días conduce hasta la cafetería y prepara su desayuno, finge que paga el servicio a un maniquí tieso que él mismo colocó, pronto recuerda que no le responderá en ningún momento y que el valor del dinero se ha perdido, desde hace mucho tiempo que ya no tiene sentido, así que sale del local derrotado, arroja su café con rabia a la contra esquina de su posición y en cuestión de segundos, un único sonido en la faz de la tierra se escucha. Tan vacío se percibe aquel eco que de manera instantánea ya no le apetece ver otro atardecer rojizo con variaciones de morado, justamente de aquellos que abundan en aquel sitio, ha rasgado cada pintura del museo nacional pues las emociones impactadas en pigmento no le parecen lo suficientemente profundas como para asemejarse a lo que le tortura por dentro.

Bien dicen que la esperanza muere al último y es cierto, él yace abrazado por la muerte desde hace más de dos semanas, no tiene más sentido seguir aquí más que el hecho de mantener viva a la sociedad, o al menos lo último que queda de ella, trata de extenderle un poquito más la vida.

Cada día intenta recordar todos los nombres que le sean posibles para que aquellas personas al menos sigan siendo recordadas, sin embargo, poco a poco la memoria le juega mal y termina por desconocer el nombre de su familia, de cada uno de sus amigos, y se llega a preocupar tanto que comienza a escribir su nombre en cada pared, en cada libro que encuentra, aunque sea con los dientes, con herramientas como palas y picos, únicamente para jamás olvidar quien es y, con ello, evitar que su pensamiento se vuelva demasiado para él y lo termine carcomiendo.

-“Te escribo porque te extraño, porque no comprendo porqué decidiste irte, quizá fue tu tiempo, la verdad es que simplemente no podré saberlo, no dejaste ninguna nota antes de tu partida, ni siquiera una señal, todo parecía totalmente normal, te vestías radiante y tu sonrisa lo era aún más, el humo de tu taza de té sigue caliente, de hecho, lo está mucho más que a comparación de tu cuerpo tieso y congelado…”-. Él continúa escribiendo en su mente mientras se encuentra sentado en la cama de la habitación, misma que antes le pertenecía a dos personas que buscaban poseer un futuro propio, lleno exclusivamente de aquello que ellos deseaban.

A lo lejos divisa un papel que parece estar fuera de lugar (increíble hazaña a pesar del desorden que existe en la habitación), la levanta delicadamente como si se tratase de la última hoja en el mundo, como si ésta fuese más frágil que un cristal impactando en el piso con una velocidad majestuosa, y la lee.

Queda conmocionado ante el contenido de la misma y sus manos sueltan aquel papel sin desearlo, todo transcurre lentamente mientras éste último cae al suelo y justo poco antes de que éste colisione por completo con la alfombra, el sujeto se levanta con una mirada centrada, se dirige hacia el garaje donde busca una botella de color blanco semitransparente, regresa al cuarto y rocía con el contenido de aquel recipiente todo lo que en sus ojos exista, el escritorio, los sillones, las cortinas, la misma cama y demás.

Luego de que termina tal acto, enciende un fósforo después de haber tomado el papel nuevamente y deja que su pijama se incendie de a poco, luego, cuando la llama se hace palpable, el piso se contagia de dicho fuego y de manera espontánea toda la habitación explota en un fuego que a él lo evapora, todo deja de existir indudablemente y las cenizas se propagan por la ciudad junto con los vidrios de su gran ventanal que todavía posee una vista hermosa solo que un poco distorsionada, no hay movimiento alguno en el planeta tierra más que aquel que se menciona con anterioridad. En el fondo del asunto, a pesar del caos que nadie se percata (puesto que todo el público yace dormido), sobrevive un solo elemento que es aquel que relata esta narrativa.

Su historia, aunque breve, posee una riqueza impresionante en cuanto a contenido y, a su vez nadie podrá contarla con la majestuosidad que poseían todos y cada uno de los eventos que emito en éste texto; fortaleza, debilidad, destrucción… tanto que sucedió en tan poco y, un último objeto que posee un enigma aún más profundo que la racionalización de los agujeros negros; un papel fabriano, calcinado a la mitad, ahumado y de color negruzco en el cual se escribió alguna vez “Encuéntrame”.

 

Vortex

Josué Vergara Alarcón, 15 de septiembre

Fundación S.K.Y., A.C.

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