Zaherir
Josué Vergara Alarcón
La humanidad no deja de quejarse sobre lo que posee, piensa que aquellas cosas innecesarias van a darle más valor a su vida, que le darán de alguna forma sentido.
No recuerdo una historia más vacía que la de la humanidad que hoy se constituye y que después, nada ni nadie la criticará, pues simplemente no será posible la sobrevivencia de la raza humana a menos que exista un cambio drástico en nuestras costumbres.
Calles pequeñas que yacen vacías, y amplias que segundo a segundo poseen el doble de su población inicial, nada se queda estático, posee por naturaleza el movimiento y es un método permanente que se resuelve como la conservación de la materia y la energía, todo se transforma de manera extraña alrededor de tal público, aquellos mares que han tenido alrededor de treinta años sueños turbios, por fin despiertan y están tan molestos como el viento frío que persigue al caliente y a su vez, éste también persigue a su contraparte, justo como una hermosa danza improvisada, una que quiebra los corazones endurecidos.
Solo hablamos de volver, regresar todo a donde corresponde, pero simplemente no pasa, todos viven a resguardo de teorías sin basamento que tienden a derrumbarse segundo a segundo, -¡Sálvenos de nosotros mismos!- gritaban con ansia radical los gremios, y a pesar de que sabían la causa, no supieron rendirse a tiempo, no había nada ni nadie más que les ayudara en su cometido, la lucha entre la ciudad y la naturaleza se comienza a presentar y el público no hace más que en intentos desesperados por obtener la mayor cantidad de municiones y tiempo, pero es insuficiente, el poder de su rival sobrepasa titánicamente al de ellos.
Luces naturales sustituyen a las artificiales en campos que ya se han devuelto, de cierta forma, a su madre tierra, de poco en poco se desconectan en forma de restos aquel rastro de la especie que ha llevado un enorme periodo sobre la cadena alimenticia.
Ellos no sueñan más, despiertan de a uno por uno, de a conjunto, cada uno de los distintos elementos se mezclan… No hay movimiento alguno, una suave briza despega desde las nubes aterrizando sobre el frío pavimento de la noche, me siento cansado luego de un largo día y la escucho delicadamente sobre el techo donde me refugio. Esta noche, sin embargo, será aquella en donde los que sueñan despierten y donde los vivos trascienden, está establecido por medio de un acuerdo entre el cosmos y el tiempo relativo.
Supongamos que no atiendo a una llamada muy importante que repercutirá sobre mi futuro y la posibilidad de que este último exista, imagina que a pesar de saber eso no respondo en más de un millón de ocasiones, ¿sería justo que siguieran llamándome el resto de mi vida?, ¿se acordarían de mí como lo que puedo ser y se me perdonara por lo que he sido?, ¿merecería que se esforzaran por buscarme cuando en realidad jamás intenté buscarlos, si jamás en mi corazón pude adoptarlos?
Nuestra ilusión mental ha sido creada como un factor de autoprotección infalible ante cualquier fenómeno, sujeto u objeto, nos resguardamos como si intentáramos ser cajas fuertes impenetrables que poseen algo vital por dentro pero que no están dispuestas a darlo, a arriesgarlo por un bienestar común.
Seres que inconscientemente han marchitado un lugar que jamás les perteneció, la incoherencia abunda entre los seres humanos y en mí, habita por igual. Me siento impotente, lleno de rabia al saber que no resultará, veo claramente cómo todo se comienza a reordenar a la fuerza, algo ya se hartó de nosotros, algo quiere que le dejemos tranquilo, algo que sabemos lo que es, pero nos es imposible reaccionar ante ello, algo que ya no quiere que estemos… es justamente ése algo que no merecemos.
Zaherir
Josué Vergara Alarcón, 6 de octubre
Fundación S.K.Y., A.C.
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