Dador de recuerdos
Josué Vergara Alarcón
Me coloco los audífonos dentro de una recámara de la cual expulsé cualquier elemento innecesario, quedando exclusivamente un tapete y las cortinas de la ventana. Me siento sobre el tapete, coloco dentro de mis oídos un par de audífonos dispuesto a olvidar, necesito sellar este sentimiento de abandono para siempre. Toco algo de música en mí teléfono conectándolo a una bocina que recién dejo entrar y que reposa junto a mí sobre el suelo. Subo el volumen a tope, aunque las ventanas rechinen con los bajos de las canciones, cierro los ojos y me interno en un solo pensamiento.
Pronto tengo una extraña sensación de vacío en mi estómago, comienzo a recordar todo lo que añoro, todo lo que me daña y me abarata, me siento de tal forma que subo aún más el volumen de la música, o al menos eso es lo que imagino que hago, aprieto los nudillos con verdadero vigor, pero tanto tanto, de verdad tanto que mis tímpanos se rompen, mi cerebro explota y a toda la habitación parece que no le afecta la gravedad, todos los restos de mi mente quedan volando, estáticos, el resto de mi cuerpo yace orientado de manera paralela al piso y al techo y aun así, escucho la música, pareciera que permanezco completo, se siente como tal, pero no es así.
Tengo en mente fotografías tan fielmente escogidas que parece como si volviera en el tiempo y espacio con la intención de vivirlo una vez más; el mismo olor, llevo la misma ropa e incluso escucho el contexto donde surgió cada uno de los eventos, eso es justo lo que parece que recuerda mi inconsciente, lo que parece que algún día olvidé, estoy consciente de que lo olvidé.
No, te lo juro que no es un déjà vu, realmente ha pasado, puedo asegurarlo con cualquier razonamiento lógico, es un triste recuerdo viviente de mi yo pasado, alguien que anhelaba grandes sueños y que ahora sólo se remonta a una jubilación próxima, con la idea de “disfrutar plenamente mis últimos años en ésta basura llamada planeta tierra”, deberían llamarlo planeta mugre, lleno de ratas de alcantarilla como “dirigentes” de más ratas pútridas consumidas en el capitalismo y sin preocupación por obtener una responsabilidad ecológica.
Dime lo que quieras saber y haré que tu corazón y tu mente trabajen a marchas forzadas intentando concebir una imagen igual de clara que la mía, verás la proximidad de algo tan abstracto que querrás pensarlo como un elemento sin sentido, una broma de mal gusto o un resultado equívoco de una ecuación que nunca debió existir. ¿sí alguna vez alguien te diera la oportunidad de elegir lo que va a pasarte en el futuro, te atreverías?, claro, ten en cuenta la multiplicidad de los elementos, de los giros irónicos y las posibles muertes que ocasionarías, ¿serías tan egoísta como yo?
Ya te lo he dicho, confesé mi secreto, soy un dador de recuerdos, lo que quiere decir que cuando estaba por nacer, una bestia me dio el poder de decidir qué ocurriría con mi vida. Recuerdo que era robusta con armadura color negro mate, la tenía cubriéndola casi en su totalidad, sólo sus ojos rojo rubí quedaban a la vista, ni sus manos o sus pies, realmente intimidaba con su postura legendaria y el viento soplando a través de una capa, rasgada por una batalla infinitamente antigua, daba la seguridad de estar en presencia de un titán.
Así que… Sí, soy un dador de recuerdos, pero no significa que pueda poseerlos, debido a mi acuerdo con aquella bestia, le otorgaría todos mis recuerdos, con excepción de éste que te he contado, a cambio de otorgarme uno de los más crueles, egoístas y sanguinarios poderes nunca antes existentes, le llaman “magia transparente” a causa de que cualquier elección que hagas, cualquier cosa que muevas a placer tuyo, sentirás lo que los demás mortales en una magnitud increíblemente densa, sin embargo, al aceptar el trato, tu cuerpo se hace más fuerte de lo habitual, pues una carga sensacional de tal magnitud haría explotar a cualquier ser humano.
No recuerdo la primera vez que utilicé mi poder, quizá fue una goma de migajón que ocasionó una guerra mundial, quizá no, el punto es que solo tengo un recuerdo; el día en que elegí mi infierno. Seguro habrá duda de por qué recuerdo sólo eso, y a causa de esto, te explicaré; le llaman “la bestia” por haber provocado el big bang más de 13 veces seguidas, provocando malformaciones de millones de espectros astronómicos, ha sido y es el origen e inicio. Sin embargo, no tiene buen juicio, cada decisión que toma es a causa de instintos que no puede controlar del todo.
Ya esclarecido el nombre de nuestro gran amigo, puedo comentarte que me permitió conservar mi primer recuerdo pues a muchos otros dadores de recuerdos les ocurría constantemente que, al no tener recuerdos, no sabían realmente qué tenían que desear hacer. Constantemente provocaba que se volvieran seres inestables, y la materia se transformara en tantas formas abstractas que simplemente no confluían en ninguna forma física conocida y, por ende, apenas teniendo dos años de vida, se expandían y a consecuencia de esto, el universo se compactaba rudamente, y un instante después… se tenía un nuevo big bang.
Hoy estoy decidido a deshacerme de éste último recuerdo, no deseo querer más, no deseo seguir la farsa que es elegir absolutamente todo lo que supuestamente te hará feliz. Pero en sí mismo es más que nada la idea de que alguna vez tuve la necesidad de competencia, jamás puede haber más de dos dadores de recuerdos en un mismo tiempo porque evidentemente todo va a moverse de acuerdo a una sola ideología y sí respondiera a dos, nuevamente se tornaría inestable. ¿lo ves?, no es cosa sencilla.
Lo que hace llamarme Dador de Recuerdos es precisamente esto, yo otorgo recuerdos, los retiro de quien deseo, e incluso puedo modificarlos a mi antojo, puedo hacer que todos en el mundo posean una misma ideología, puedo resolver que cualquier ser humano se vuelva homosexual sí así me place, más por razones obvias tiene un precio, y muchas veces es extremadamente caro, a veces es una eternidad sintiendo fuego en mi pecho, a veces puede ser cosa tan sencilla como la sensación de una mutilación constante de mis extremidades, que créeme, lo prefiero un millón de veces más que a cualquier otra, no te imaginas el tormento que provoca una decisión mal pensada, pero en fin, ese no es mi objetivo el día de hoy, necesito sellar este sentimiento de abandono para siempre.
Durante mi estancia en “el planeta tierra”, pude percatarme de la lenta evolución de un ser humano, o lo que hoy día ha terminado siendo esta especie tan parecida a mí. Han pasado más de cincuenta trillones de años desde que me encadenaron a esta pocilga, a muchos otros dadores de recuerdos les han encargado galaxias más interesantes y más indispensables para el universo, el cual me parece una cosa muy bella, de hecho, lo único bello que existe.
Me gusta pensar en que las guerras que he provocado han logrado modificar esta situación y han hecho a la sociedad más consciente de lo que era, sigue sin ser perfecta, pero por lo menos existen los buenos programas de cocina que me han servido mucho en mi exploración por probar nuevos sabores, y he de admitir que me estoy aburriendo un poco de los chefs actuales, ya que todo se vende enlatado desde hace un par de siglos, ni siquiera tiene sabor, ahora venden sobres de aluminio con polvos de colores que simulan lo que alguna vez fueron sabores… por ese tipo de cosas convencionales se está muriendo la cocina, qué martirio…
Quisiera remediarlo, pero tendría que cambiar la cultura de todo el mundo y eso implicaría millones se sesos atrofiados (que de por sí ya parecen bolas de carne más que otra cosa), y a como vienen las reglas, mi cerebro se vería igualmente afectado, y todo se lo debo a una mala decisión. Verás, cuando tenía mil ochocientos años modifiqué el curso del tiempo por causa de una mujer plebeya, más “bella” que “ple”, en fin, me encantó desde el primer momento en que nació, porque por supuesto, yo había pensado en pedirle que naciera, pero decidí que sería mejor que surgiera por sí misma que obligarla a quererme, y por supuesto, eso del parto que sufre una mujer, de verdad que no querría sufrirlo.
Continuará…
Dador de recuerdos.
Josué Vergara Alarcón, junio de 2018
Fundación S.K.Y., A.C.
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