Van Der Welt

Posted by on Ago 30, 2019 in Producción adolescente | No Comments

Josué Vergara Alarcón

 

Resumen o puntos clave de la historia:

Es inevitable, teníamos un trato… si deseas ayuda, conoces el precio.

 

Un día Van se levantó de su lecho pensando que despertaría en su habitación, que abriría las cortinas de su alcoba y que contemplaría un hermoso paisaje con brillo que particularmente emana del río que atraviesa todo el reino de Rhode. Por otro lado, pensaba que, como cada día, luego tomaría rumbo a su cocina ocuparía su asiento favorito y con un par de movimientos y un par de conjuros movería los objetos, encendería los calderos e inclusive rebanaría la verdura para que en menos de cinco minutos tuviera todo listo para devorar su desayuno, sin embargo, aquel día nunca nadie pudo prevenir lo que estaría por ocurrirle.

Tomó un respiro y en un par de instantes abrió los ojos con gran extrañeza y un intenso dolor en su cabeza le impidió controlar sus extremidades mientras se levantaba de entre los escombros de un corredor que comúnmente no se usaba más que para depositar los desechos de las cabañas de al rededor. Confundida sin saber cómo es que había llegado ahí, sin recordar lo que había sucedido el día anterior y con escaso poder como para hacer algo por si misma, ya que luego de intentar inútilmente remendar su vestir y limpiarse un poco, notó que algo le faltaba y que por alguna razón algo le impedía enunciar cualquier clase de conjuro ya que a mitad de la oración su boca se tornaba lenta y tartamuda, como si alguien le hubiese cocido la boca.

Salió lo antes posible de ese lugar mientras se tambaleaba de un lado a otro, hasta que unos metros más adelante consiguió sostenerse de un puesto de legumbres que pocas veces vendía algo y que aquel algo siempre era infravalorado hasta un centésimo de centavo, algo que en esa época no era más valioso que apenas un pedazo de pan.

Van se atrevió a tomar una verdura sin pensarlo más de dos veces ya que el hambre que tenía se igualaba a una semana entera sin ingerir algo y apenas la probó quedó absuelta de su malestar e inclusive logró manipular la magia como siempre lo había hecho. Aquella mañana estuvo tan agradecida que no sólo pagó el valor completo de aquel artículo sino que también remendó el lugar del que lo había tomado hasta formalizar las tablas que lo componían en fuertes robles perfectamente alineados y cubiertos de una pintura que los impermeabilizaba de cualquier lluvia, así como las telas que protegían los productos de la arena.

El joven dueño , de nombre Wir, le agradeció muy amablemente su gesto y le ofreció una segunda ración gentilmente, sin embargo, a pesar de que Van lo aceptó con gratitud lo devolvió diciéndole al joven Wir que lo cuidara bien, que volvería pronto por él. No hubo más que decir y Van continuó su camino el resto del día sin dejar de divertirse paseando por el reino y visitando a su hermana Penélope donde acostumbraba pintar obras maestras sin magia, pues tenía la idea de que aquellas tendrían mayor valor si las hacía por su propia cuenta. Ese martes por la tarde pintó un increíble retrato de los dos gatos que merodeaban la sala junto a una escoba con cerdas de un curioso color verde oscuro.

Ya más adentrada la noche, se despidió de su hermana rumbo a la cabaña del panadero para recoger su pedido que había reservado para merendar a la media noche, más no dejó de preguntarse qué le había sucedido, ¿habría sido alguien en particular?, ¿se encontraba alguien disgustado con ella?, ¿necesitaba algo?… sin embargo, antes de contestar a cualquiera de sus preguntas arribó a su destino y lo omitió por un segundo para pagar y tomar sus panecillos.

Una vez que se retiró no pudo evitar tener curiosidad por lo que se estuviera haciendo en el castillo y, como quedaba de paso a su hogar no vio por qué no embarcar en una posible nueva aventura. Luego de un par de minutos caminando, las chozas comenzaron a apagar sus velas, a cerrar las ventanas y puertas y de la nada Van se desplomó hacia el suelo, más antes de impactar contra el piso quedó tan dormida que un elefante pudo haber caminado a su lado y ella no habría dado cuenta de ello.

Despertó al día siguiente en un lugar que ella parecía reconocer, aunque la verdad poco sabía de él, o eso creía. Se levantó torpemente y sin darse cuenta una carroza pasó tan cerca de ahí que le rasgó su vestido y su pierna derecha quedó herida gravemente. Un joven que yacía cerca de un puesto de legumbres se acercó y la cargó hasta el otro lado de la calle donde yacía su mercancía. Ella insistió en que no era necesario que se preocupara, ella diría algunas cuantas palabras y remediaría todo, más a pesar de recitarlas más de tres veces seguidas de manera inconclusa, nada pasó.

El joven la atendió tan cuidadosamente que hizo sonreír a Van e inclusive soltó una pequeña sonrisa. Le preguntó algo pero ella no escuchó muy bien lo que le decía por estar observando una legumbre que para pronto tomó y tragó de un solo bocado mientras su potencial mágico se acrecentaba haciéndola sentirse más vívida que nunca, sin embargo, dejó que Wir le terminara de curar y por alguna razón ella decidió dejar que aquella herida sanara por sí sola, como si tuviera la idea de conservar aquel recuerdo lo más que se pudiera. Una vez que ambos se levantaron ella se dio vuelta y le dio las gracias al muchacho y le remendó los harapos que tenía como vestimenta el vendedor. Ella se despidió y pronto emprendió la marcha hacia casa de su hermana.

Van, de cabello oscuro y ondulado, caminó sobre la calle principal saludando a todo el que se encontraba, con sus ojos verdes esmeralda derretía a cualquiera con tan solo mirar de reojo a aquellos que se cruzaba en su camino y en conjunto a un vestido de color, por lo general café capuchino, no había conjunto más prometedor de una mujer como ella.

Antes de anochecer, Van se apresuró a recoger el pedido de pan que había dejado la semana pasada y de paso, tomó la decisión de investigar en casa del Rey pues había algo que no le tenía tranquila. Mientras husmeaba, se percató de que había alguien alto y de capucha hablando en privado con el dirigente, y entre murmullos Van reconoció dos palabras, «venganza» y «bruja», más no había algún mensaje claro, lo que la alertó de que ambos sujetos que formaban parte de la conversación habían notado algo raro, lo que hizo que el encapuchado se esfumara en forma de agua mientras dejaba caer al piso la gabardina que traía puesta mientras el rey mandó encender las antorchas del patio e hizo sonar las campanas que usualmente se requerían en situaciones donde el castillo estuviera en alguna situación vulnerable.

Van desapareció entre la neblina y pronto se hizo aparecer en su hogar haciendo derramar la taza de té que se encontraba en la mesa del comedor y creando una nube de polvo en el ático. Se cambió de ropa y cenó el pan de hace tres días que había guardado en su alacena para ir a dormir lo antes posible con el objetivo de que los guardias no se dieran cuenta de que era una de las pocas casas que aún tenían las luces encendidas.

Continuará…

 

Van Der Welt

Josué Vergara Alarcón, agosto de 2019

Fundación S.K.Y., A.C.

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