Van Der Welt (continuación)

Posted by on Sep 6, 2019 in Producción adolescente | No Comments

Josué Vergara Alarcón

 

Dentro de una especie de  callejón oscuro, Van apareció desorientada y una vez más sin memoria. A lo lejos un muchacho le saludó entusiasmado y ella sin reconocerlo le preguntó su nombre, él muy atento le respondió «Wir Wollen, desde luego ¿y usted?»… platicaron un poco del estado actual de la venta de legumbres y ella le pidió que le vendiera su mejor cosecha y que no se preocupara pues le pagaría el peso completo ya que moría de hambre y de manera significativa. Pocos instantes después de que Van ingirió la primera legumbre se revitalizó y pronto le preguntó a Wir si a diario le podría vender alguna para jamás dejar de sentirse como ahora, él asintió, Van le dio las gracias y antes de irse hizo que las legumbres incrementaran su talla, las hizo tomar un color apetitoso y un olor particularmente atractivo, lo que atrajo al local a algunos cuantos turistas curiosos que merodeaban el lugar.

Van y Wir se despidieron y ella emprendió camino a casa de su hermana, para después ir por el pan que había encargado la semana pasada, según ella. Al llegar a la panadería, el dueño le indicó que su pedido ya había sido recogido el día anterior y que si deseaba más era necesario esperar  por un nuevo pedido, el cual se entregaría la semana entrante. Van no pudo discutir más y con una cara de desconcierto, aceptó.

Mientras caminaba en la calle principal por la noche, algunos guardias le preguntaron si no había visto algo o alguien misterioso en el castillo el día anterior, a lo que confundida por la pregunta, respondió brevemente que no había visto nada aquel día, pues había estado con su hermana toda la tarde. Los montículos de armaduras le agradecieron y Van pronto desistió de acercarse a chismear entre los pasillos secretos del castillo aquella tarde, por lo que se dirigió a casa.

Aquella noche descubrió de entre sus sueños algo muy curioso y es que hacía semanas que ella cerraba los ojos y siempre despertaba en el mismo callejón sin recordar nada previo al día en el que se encontraba, mucho menos tenía noción de la pérdida de su magia o que ya conocía a Wir Wollen desde hace tiempo, pero él siempre le seguía el juego, pues creía que era hermosa y que haría lo que fuese por hablar con ella un poco cada mañana sin importar que siempre se tratara de lo mismo.

Pasaron así los años y pronto cumplió 30, sería aquel día tan miserable lo que estaría a punto de descubrir en aquel castillo que día a día curioseaba sin saber porqué, sin saber que ya lo sabía, sin comprender su irremediable atracción por el señor Wollen.

Al rededor de las 8 de la mañana, Van conoció las legumbres, y sintió la magia que le proporcionaban, le preguntó a Wir su nombre y de nuevo caminó a casa de su hermana Penélope, sin embargo, Wir estaba tan lleno de curiosidad sobre que tanto haría Van y porqué siempre regresaba y le decía lo mismo una y otra vez, por lo que decidió salir a escondidas persiguiendo a Van todo el día, dando cuenta de que su hermana vivía sola, con sus gatos en una cabaña llena de frascos con quien sabe qué cosas dentro, algunos brillaban, otros eran opacos de carácter cenizo y algunos otros contenían líquidos que se movían a diestra y siniestra dentro de frascos con cerraduras oxidadas por la humedad.

Dentro de su comedor, donde su hermana siempre la recibía con alegría, se encontraba una mesa apenas lo suficiente como para sostener un plato y un vaso de madera que seguramente improvisó con el tronco del árbol que crecía en su patio delantero, tenía un caldero con algo siempre dentro y en constante cocción donde muy extrañamente Panam, uno de los gatos de su hermana, se dormía sin quemarse con las llamas que emitía el fuego de la leña.

Penélope era sorda, y constantemente se hechizaba a sí misma para oír a Van unos cuantos minutos, sin embargo, solo funcionaba así debido a su vejez que poco a poco le daría la oportunidad de convertirse en polvo para  preparar una de las pociones más poderosas que se hubieran visto jamás y cuyo efecto no tendría mayor complicación debido a la pureza de alma que Penélope se esforzó en esbozar tantos años.

La panadería cerraría temprano aquel día, ya que su hermana la había invitado a cenar aquella noche y le había ordenado un pastel que equivalía a dos toros y un caballo, digno de la grandeza que la joven cumpleañera estaba dispuesta a tener, o que al menos su hermana percibía. Van se despidió de su hermana con excusa de ir a ver a un amigo que vendía legumbres para invitarlo a su fiesta.

Caminó un poco y en seguida la curiosidad le invadió todo su ser hasta que decidió que no habría problema visitar al rey primero. Al llegar al castillo, Van se introdujo en una de las habitaciones, seguida de Wir que no dejaba de estar estupefacto por las cosas que ella creaba a su alrededor y el de los demás.

Ya adentro, comenzó a buscar en el escritorio del rey algún papel que le diera razón de ser a su curiosidad, y pronto se percató de que alguien se acercaba, por lo que se introdujo en un armario cercano a ella y a través de la puerta de madera que por ahora la protegía, escuchó los planes que tenía el rey sobre destruir la magia y todo con lo que esto tenía que ver, incluyendo hechiceros, brujos o magos.

El rey, convocó a Perl, un joven de la misma edad que Wir con cabello claro, ojos azules y barba de candado. Perl era parte de los ladrones más intrépidos del reino y habría sido contratado para conseguir aquel polvo que Penélope sería dentro de algunos días y que había procurado guardar en secreto con el fin de que no cayera en las manos equivocadas.

Perl, olfateo algo extraño en el armario y poco antes de que abriera la puerta, Wir provocó un escándalo en la cornisa, desde donde comenzó a huir esquivando toda clase de artillería y convirtiéndose en agua apenas se encendieron las antorchas en el patio principal del reino.

Van huyó lentamente (debido a que el castillo tenía un hechizo que alentaba a cualquier sujeto relacionado con la magia y mientras más intentará correr, más lenta se volvería ella)… entró a la habitación más próxima y se encerró al darse cuenta de lo que le estaba pasando para evitar que alguien la aprisionara. Se acercó a una ventana de la cual saltó y, debido a su lentitud, no hubo riesgo alguno de lastimarse cuando llegó al suelo.

Ya fuera del castillo, logró retomar su fuerza y escapó de aquel hechizo en dirección a su casa en forma de humo, sin recordar la invitación de su hermana aquella noche.

Subió a su habitación, tomó un papel y tinta, intentó escribir todo lo que escuchó, donde cada detalle del plan del rey era de vital importancia y se abalanzó velozmente a su cama, levantó el colchón y se dio cuenta de que ya había una nota debajo de él, de hecho, varias con distintos mensajes encaminados a lo mismo; «te hechizaron, no confíes en tu hermana», «es una bruja», «el rey tiene un plan para destruirte», «Wir y Perl son los únicos que pueden ayudarte», «hagas lo que hagas despierta al día siguiente y pregúntale a Wir lo que te pasa»…

Luego de ello, alguien le cubrió la cabeza con una manta oscura y ella cayó en un sueño profundo…

 

Van Der Welt (continuación)

Josué Vergara Alarcón, 6 de septiembre de 2019

Fundación S.K.Y., A.C.

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