Viaje interno

Introducción
Había una vez una chica que vivía entre sueños y realidad. Cuando estaba aburrida, se sentaba a escribir en su litera.
Capítulo  l
Un día, escribiendo, decide salir a buscar algo de inspiración, y se le antoja salir a caminar. En su caminata, mientras piensa en cómo mejorar su relato, se encuentra a sus amigos. En realidad, ella no está muy segura de cómo los conoció, y sin embargo le parecen familiares. Se acerca, curiosa, para saludar. Antes de poder hablar, uno de los amigos, un muchacho que usaba una sudadera holgada le dijo:
-¡Michelle! Qué bueno que llegaste, necesito tu ayuda.
Michelle se quedó tiesa en su lugar, mirando al muchacho con intriga. Una chica le lanzó una mirada algo agresiva al chico de la sudadera.
-Basta, Timmy, si sigues pidiendo ayuda ella se sentirá tan mal que querrá ayudarte.
Una carcajada grupal recorrió el círculo. Michelle frunció el ceño.
-Ya, Sarahi -dijo una voz grave y malhumorada.
Haco vestía una chamarra de cuero negro, y parecía harto con la discusión.
-Ah, vamos Haco, ¡no seas aguafiestas! -le sermoneó un chico, cuya camiseta tenía un chiste negro impreso. Sus ojos se iluminaron y una sonrisa traviesa torció sus labios.
-Tengo una idea que les va a gustaaaar -canturreó.
Michelle se sentía incómoda y no estaba muy segura de lo que pasaba. Mirando a su alrededor, descubrió a una chica que miraba a lo lejos, que emanaba tranquilidad y confianza. Dudando, decide acercarse a saludar.
-Hola -La chica le sonrió
-¿Quieres ir a caminar?
Michelle asintió, y sintiéndose extrañamente tranquila comenzó a moverse. La discusión sonaba a lo lejos, mientras las dos chicas comenzaban su caminata.
-¿Quiénes son? -La chica se rió.
-¿Qué?
-Oh, nada. ¿No sabes quiénes son?
Michelle negó con la cabeza.
-Hmmm…
La chica no miraba hacia atrás, se quedaba explorando el horizonte delante de ella. Se dedicó a examinarla; su cabello era corto y  negro. Usaba lentes, igual que ella y llevaba puesto un suéter y una playera blanca lisa. Traía jeans y unas vans rojas descoloridas. Su vestimenta era muy casual y cómoda, al contrario de las de sus amigos, que resultaba hasta cierto punto, algo extravagante. Michelle sintió una urgencia repentina por saber más de ella:
-¿Cómo te llamas? -La muchacha sonrió y antes de contestarle, comenzó a desvanecerse. Michelle se asustó.
-¡No!… ¿pero qué…?
Lentamente todo había comenzado a desvanecerse, volviéndose borroso.
Repentinamente, Michelle se hallaba de nuevo en su habitación, confundida, algo asustada y con ganas de volver. Se levantó de la litera, confusa y mareada, se acercó a la ventana suspirando. A veces no le importaba no saber qué era realidad y que era fantasía. Otras veces, sin embargo, le molestaba tanto que le daban ganas de gritar. Ésta era una de esas veces. No dejaba de preguntarse, ¿quién era la chica? Y sus amigos… ¿Sus amigos? ¿Quiénes eran? ¿Y por qué sentía que los conocía?
Capítulo ll
Michelle se encontraba en la litera nuevamente. Estaba recostada, mirando el techo y repasando uno a uno todos sus pensamientos; parpadeó con furia, intentando aclarar sus dudas, pero fue en vano. Suspiró nuevamente, cerrando fuertemente sus ojos, al abrirlos, se sorprendió. Michelle se hallaba parada en medio de un pastizal que parecía desierto. No alcanzaba a percibir a ningún animal. Soplaba una ligera brisa que le revolvía el cabello lenta, casi cuidadosamente. Miró a su alrededor, casi esperando ver a alguien, o algo, si quiera. En el ambiente flotaba una extraña mezcla de angustia y tranquilidad. El cielo parecía descolorido, como si Michelle estuviera en una de esas fotos antiguas. El pasto, sin embargo, presumía un verde vivo y llamativo. Michelle detuvo su inspección del pastizal. Se fijó en dos puertas que parecían no muy distantes de ella. Curiosa, decidió acercarse. Mientras caminaba sentía el pasto hacerle cosquillas en las pantorrillas, relajándole. Paró frente a las puertas. Aunque a la distancia le habían parecido similares, eran evidentes sus diferencias. Una de ellas era alta, y la otra era casi la mitad de larga de la primera. La puerta alta tenía líneas y espirales talladas, y estaba barnizada, haciendo que el color claro de la madera resaltara. La baja, al contrario de la otra, era lisa, y aún así era increíblemente bella. Parecía una hoja en blanco, donde cualquier cosa podría ser escrita, pensó Michelle. Esta puerta no estaba barnizada, pero aún así desprendía un sorprendente brillo aperlado. Sin embargo, lo más impresionante era el texto que flotaba sobre cada una de ellas. En la primera puerta se leía, con letra clara y pulcra “Realidad”, la segunda rezaba “Fantasía”, escrito con unas letras desgastadas, eran el tipo de tipografía que uno esperaría encontrar en algún letrero que indicara la dirección a un mundo irreal. Frunció el ceño, preguntándose que significarían.
-¡Michelle!- resonó un eco -La nombrada se dio la vuelta rápidamente ,mientras la voz del eco soltó una risa animada.
-¡Michelle!-volvió a llamarla -La voz no parecía la de una mujer, pero tampoco la de un hombre, no parecía humana del todo.
-¡Mich, tienes que escoger una! ¡Anda, escoge una! -Ella comprendió; tendría que pasar por una puerta.
-¿Que significa?-le gritó de regreso al eco
-¡Debes escoger una!- la voz sonó triste por un instante
Michelle se quedó callada.
-¡Sólo puedes tener una!- añadió el eco
Un escalofrío le recorrió la espalda. -¿Sólo una?
Su realidad no tenía nada de malo, pero… en la fantasía podía manejar las cosas a su gusto, podía cambiar el destino de alguien solo imaginándolo. Y a veces, sólo a veces, cuando se dejaba llevar lo suficiente como para que todo ocurriera solo, era capaz de ver lo que habitaba en su subconsciente.
-¿Sólo una? -volvió a preguntar
-Sólo una -confirmó la voz del eco
Capítulo lll
Michelle había comenzado a alargar su mano a la puerta “Fantasía” cuando un grupo de tres unicornios de cuernos y patas raquíticas salió de ella.
¡Ven con nosotros! -dijo uno de ellos, cuyo cuerno era azulado
-Te divertirás -le aseguró el segundo, de cuerno verdoso
-Vamos, ánimo -dijo el último unicornio. Su cuerno era gris y parecía que en cualquier momento se iba a desinflar.
Miró horrorizada a los unicornios, caminando de espaldas para no perderlos de vista.
Dando traspiés, chocó con algo sólido. La chica alzó la mirada justo a tiempo para ver el marco de una de las puertas: «Realidad»
-Bien -la voz resonó una última vez, el pastizal se agitó y los unicornios desaparecieron.
Michelle se encontró en su cuarto, vacío, Pero no estaba vacío del todo; la cama de la joven estaba arrumbada en una esquina. Se acercó cautelosa a la litera. La visión le aterrorizó, era ella misma, dormida. Michelle ni siquiera estaba segura de que su cuerpo estuviera respirando.
Repentinamente, algo iluminó la habitación, la muchacha se dió la vuelta, sorprendida. Había un agujero en su pared y estaba creciendo. Era un hoyo irregular,  mientras crecía, adquirió la altura necesaria para que un hombre adulto pasara por él. Siguió expandiéndose durante unos minutos más, y finalmente, con un crujido se detuvo.
Michelle se asomó, curiosa. Vió un pedestal blanco como el marfil, una libreta demasiado familiar descansaba en la parte de arriba.  La joven se acercó, estirando la mano, abrió la libreta. Los relatos que ella misma había escrito en tinta azul resaltaron con el fondo blanco.
Michelle se sentó en el piso a leer. Página tras página, la fantasía iba y venía. Las ideas se agolparon en su mente. Cerró los ojos por un instante y al abrirlos, la muchacha se hallaba en su litera nuevamente.
Capítulo lV
Estaba en el camino de nuevo; sus amigos seguían discutiendo. Michelle no había conseguido averiguar de qué hablaban aún. ¿Estaban hablando de ella? La joven no lo sabía. Se limitó a quedarse ahí, parada en el círculo. Timmy tartamudeaba algo cuando Haco le interrumpió.
-¿¡Y por qué no sólo le preguntan a ella?! -explotó finalmente.
El silencio descendió sobre el grupo. Todos miraban expectantes a Michelle, que les miraba de regreso, confundida.
-¿Qué es lo que me tienen que preguntar?
Rodando los ojos, Sarahí respondió:
-A quien de nosotros prefieres, evidentemente.
Con el ceño fruncido, Michelle se estremeció. ¿A quién prefiero? -pensó.
Agitó la cabeza, Inhaló bruscamente y a punto de hablar, descubrió a la chica misteriosa parada en el horizonte, en el mismo lugar que anteriormente.
Michelle suspiró.
-Miren, eh… tengo… tengo que irme, yo no tengo favorito…
Caminando de espaldas, se alejó del confuso grupo y se acercó a la chica misterio.
-Hola -saludó sonriente. La sonrisa le fue devuelta y comenzaron a caminar juntas.
El camino al bosque pareció acortarse mientras Michelle y la chica platicaban. Estaban tan inmersas en su pequeña burbuja que ninguna de las dos notó la creciente oscuridad a su alrededor. Pronto llegaron a un claro y ambas pararon abruptamente.
-¿Qué…?
-Oh -la chica río. Su risa era armoniosa, escandalosa y resonó en todo el lugar.
-Creo que estamos en el bosque
Michelle no comprendía cómo su acompañante parecía siempre tan tranquila.
-Estamos perdidas -aseguró, consternada.
-Bueno -la chica se sentó.
-No creo que podamos hacer nada más que esperar.
La confusión se apoderó de Michelle. ¿Esperar? ¿Ahí, en medio del bosque? ¿Cuando faltaban sólo unos cuantos minutos para el ocaso? -Se sentó a regañadientes.
-Bien… tu querías saber mi nombre.
Michelle asintió.
¿Todavía no sabes quiénes son tus amigos? la chica parecía divertida.
-No.
-Hmmm…
El silencio que siguió a la voz de la chica no era un silencio inquietante, era un silencio tranquilo. Se veía interrumpido por algún animalito que pasaba por ahí. Gruñidos, maullidos, ronroneos, ladridos, graznidos, todo tipo de curiosos sonidos abundaban.
-Me llamo Azyadeth.
-Oh. Así que ése era su nombre.
-¿Quiénes son mis amigos?
Michelle se dio cuenta de que la pregunta sonaba extraña.
-Sarahí, Timmy, Haco y Nathaniel.
Frunció el ceño. Seguía sin comprender de qué hablaba Azyadeth. Su voz todavía tenía ese tinte de diversión que sacaría de quicio a cualquiera, pero que a Michelle no le molestaba.
-Sarcasmo, timidez, hostilidad, humor negro. ¿Te suena?
La obviedad del asunto golpeó a Michelle.
-Y… amabilidad.
Silencio. Esta vez, el silencio era total, continuo y pesado, muy pesado.
-Mich, ellos están peleando por ti. Quieren que escojas sólo a uno de ellos, no tienes que hacerlo, lo sabes, ¿cierto?
La figura de Azyadeth se volvía borrosa a ratos.
-Otra vez no, ¡por favor! -rogó Michelle.
-No tienes que escoger…
Su nueva amiga se desvanecía en el aire, lenta, tortuosamente.
CapítuloV
Angustia, Miedo, Confusión, Incertidumbre y Hastío. Las emociones se revolvían dentro de Michelle. No sabía que hacer, se hallaba parada en medio del pastizal, con el recuerdo vívido, casi palpable de la voz de Azyadeth, resonando por última vez en el ambiente. Comenzaba a oscurecer, y mientras más subía la luna, más desolado le parecía el lugar. Las estrellas titilaban débilmente, apagándose lentamente. La última estrella se extinguió y Michelle quedó sumida en una oscuridad aplastante.
Un chasquido, y el lugar se inundó de luz tan repentinamente que Michelle tuvo miedo de haberse quedado ciega.
Ahí estaba de nuevo el pedestal, tan reluciente y blanquecino como la primera vez y ahí estaba la libreta, aquella misma donde había anotado sus sueños y fantasías. Algo había cambiado, La libreta no parecía desgastada, sino que aparentaba ser nueva. Michelle se acercó al pedestal, cautelosa. Tomó la libreta y sentándose en el piso, la abrió. Estaba en blanco. confundida, Michelle ojeó la libreta de extremo a extremo. Pasó las paginas alarmada, rápidamente. Nada, todas estaban lisas, perfectas para comenzar a escribir. Michelle se pasó las manos por el cabello, desesperada.
De repente, se quedó tiesa. En la primera hoja de su libreta, letras diminutas comenzaban a aparecer;
Brillaban con un resplandor dorado, casi como si la invitaran a leer. Se inclinó, algo temerosa, sobre la libreta.
“La chica se inclinó sobre su libreta.”
Michelle se paralizó, asustada. El escalofrío que recorría su espalda era helado.
“Un escalofrío le recorrió la columna. Se quedó quieta, en su lugar.”
Michelle ojeó la libreta de nuevo, casi esperando que las letras se desvanecieran. Sin embargo, una oración nueva comenzó a escribirse en donde paró.
“Las hojas de la libreta revoloteaban mientras la chica las pasaba rápidamente, temerosa.”
La libreta estaba escribiendo lo que pasaba. Y ella era el personaje principal.
Ojeaba las páginas y nuevas frases aparecían. Hacía gestos desesperados y la libreta lo documentaba. El miedo florecía en su interior, y el dueño de esa mano invisible que escribía todo lo sabía.
-Mich… -Una voz familiar resonó.
-¡Mich!
Ella se levantó como un resorte.
“La chica se puso en pie como un rayo”
-¡Mich, te están esperando!
“Una voz conocida hacía eco en la habitación”
-¡Mich! -la voz sonaba aterrada.
“El eco parecía estar sufriendo”
-¡Mich, están esperando tu respuesta!, ¡Mich!
Michelle gritó.
“Dos gritos resonaron.”
-¡Mich! ¡Mich!
“El eco se fue apagando, perdiéndose en la oscuridad. La chica cayó de rodillas, aterrada. Un coro de voces nuevas apareció. Te estamos esperando, susurraron. Te estamos esperando.”

Mark Ryden

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